Algunas de las obras atesoradas Resulta siempre fascinante, al menos para mí, encontrarte a una persona que escribe cuando llamas a una puerta desconocida. Es a día de hoy cuando el gesto de tocar un timbre ya se ha convertido en algo meramente rutinario dadas las formas que he elegido para la promoción de mis novelas. Ahora es cuando, ciertamente, siento una gran curiosidad por conocer a la siguiente persona que me abra su puerta. Para ser justos, tengo que decir que la mayoría de las veces me encuentro a personas que se muestran esquivas, reticentes siempre a escuchar a quien ha osado llamar a la puerta de su casa, por tacharle quizás, de ser inferior. Negativas por doquier y caras arrugadas interrogativas y de mal humor. Pero realmente, también me encuentro, como ya todos sabéis, a personas abiertas, lectores o incluso gente que se interesa simplemente por mi manera de proceder. Ayer en Vitoria, me abrió la puerta Begoña A...