Con Naroa, Joseba y Josean |
Qué sensación, ¿verdad? Entrar en un portal desconocido y subir en el ascensor hasta el último piso. Abrirse las puertas del mismo y encontrarte con aquella extraña planta caracterizada por esas tan misteriosas puertas.
Todas cerradas.
Todas cerradas.
Todas provistas con sus felpudos, con sus timbres amenazantes y esas mirillas inquisidoras que, pensándolo bien, siempre inquieren con suma presunción:
¿Qué es lo que pretendes, chaval?
Silencio.
Quizá alguna que otra lejana vibración me indica los movimientos de extraños residentes. Personas desconocidas sumidas en sus cotidianos quehaceres que, tras la inoportuna llamada, la desestiman resoplando, o quizá se acercan con sigilo hasta la pequeña lente de la puerta, para vislumbrar el aspecto de aquel molesto personaje. Pero hay quien la abre para despachar, con notable desprecio, al posible comercial de la luz, del gas, o a esa pareja de testigos de algún que otro Dios.
Pero resulta que hay quienes también abren interesados por saber. Y..., conocen. De hecho se sorprenden al observar que aquel que osó llamar, simplemente es un escritor que lucha por hacerse un hueco en el mercado literario. Solo busca lectores y, curiosamente, aquel que abre la puerta, sí que lo es. Se trata de un ávido lector. Pero esta vez no miente para exponer:
<<No, no leo. No me interesa>>
En vez de ello, quiere saber más de ese extraño personaje que le habla de su última obra editada. La hojea con sus manos, la escudriña con su mirar y se sorprende de la peculiar iniciativa.
Al fin, la magia vuelve a surgir y, tras una breve charla en la que abundan las sonrisas, decide adquirir una novela dedicada por ese autor inconforme por la insustancial coyuntura social que nos ha tocado vivir, pero que, a pesar de todo, ha decidido firmemente perseguir sus sueños.
El pasado viernes veinticuatro de junio, en la ciudad de Bilbao. Tras cuatro años y nueve meses de buscar lectores, Josean me abrió la puerta de su casa después de que tocara su timbre. Él me escuchó y, una vez que decidió hacerse con un ejemplar de mis libros, logró convertirse en el lector-protagonista seis mil quinientos que da pie a esta historia. Sus hijos, Naroa y Joseba también son lectores, así como Natalia, la madre de estos últimos y autora de la fotografía que ilustra esta entrada.
Gracias a su esperado "Sí", recibieron como obsequio otra de mis obras:
Estoy satisfecho de haber hallado a una familia lectora y entusiasta, de la que he recibido un fuerte apoyo.
La mochila de "noes" acumulados volvió a caer aquel día para después de inspirar profundo, adquirir la entereza para continuar escribiendo, para seguir caminando y volver a conocer a más gente que piensa que aún no todo está perdido.
Gracias Josean, Natalia, Naroa y Joseba por haberos convertido en los lectores-protagonistas número 6500, de esta peculiar historia.
Un fuerte abrazo.
"No podía esperar para el éxito, así que seguí adelante sin él"
Jonathan Winters
Comentarios
Publicar un comentario