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Recopilación relatos COVID-19 |
Estos días hemos recibido del Colegio Oficial de Psicólogos de La Rioja, la noticia de que los relatos enviados en los meses primerizos de la pandemia, han sido editados en formato papel.
Gracias Vanesa -Ganas de vivir-, por la invitación.
Desde aquí aprovecho para mostrar el texto con el que participamos Ainara y yo, desde Literaria Kalean.
Es el que sigue:
Ha vuelto a nacer
<<Has vuelto a nacer>> oigo decir.
Y no creo que sea eso. Me he negado a morir, más bien. Has vuelto a nacer. Mis oídos, que escuchan ahora en ecos lejanos, me transmiten una y otra vez estas machaconas palabras. Rostros enfundados en mascarillas de personal sanitario que, con énfasis, aplaude el rodar de mi camilla. Y es que esa alegría también invade mi rostro y sonrío tras la máscara. Acaso sí soy consciente de que me duelen los huesos de tanto estar tumbados y de que es ahora cuando mis pulmones trabajan, una vez más, por sí solos.
<<Has vuelto a nacer...>>
Cierto. Y es como un despertar del que gradualmente me voy incorporando. Los días van pasando y el cuerpo responde con timidez a mis anhelos. La gente vuelve a desaparecer y tan solo es mi hija quien me acompaña unas horas al día.
-Quita, quita. Que ya puedo yo sola-. Porque, en definitiva, he vuelto a nacer.
Y pasito a pasito, voy dejando pasar la vida. Quizá la saboreo con mayor intensidad y es que el bicho, al parecer, no acaba con todos.
Y es que hoy las líneas de los aviones tampoco pintan el profundo azul del cielo.
En la calle los escaso transeúntes provistos de sus barras de pan y de las correas de sus perros, muestran con inseguridad unos rostros velados. Hay mayor distancia en las calles. Más soledad que nunca...
-¿Cómo se encuentra hoy, Esperanza?
-Bien, bien. Muy bien, gracias.
Tras tantos años de silencia, la desconocida vecina de enfrente se preocupa hoy por mi salud.
-Felicidades, volvió a nacer.
-Sí. Si, gracias.
Acodada en mi ventana, mis vidriosos ojos descienden unos metros para detenerse en un punto. Entorno los párpados y descubro, tras el cristal, la diminuta llama de una solitaria vela sobre un pastel artesanal.
-¡Cumpleaños feliz..., cumpleaños feliz..., te deseaaa...!
Ecos en la lejanía. El bebito es incitado por todos para eliminar la llama del pábilo, cual me sucedió a mí hace ya unos días en el hospital. En el mío no había sitio para cien, pero mis pulmones tampoco tenían la fuerza ni la habilidad necesaria para apagarla.
Sonrío por esa alegría que brota de aquella ventana y escucho los aplausos consiguientes que logran verter, de mis preñados ojos, la primera de mis lágrimas.
Más consciente que nunca, mi cuerpo me dice que un siglo, entero, pesa mucho más que muchos años.
-¡¡Felicidades, pequeño!! -Ni siquiera sé de qué lugar ha salido ese grito y por qué mi mano hace aspavientos hacia aquella ventana ajena repleta de desconocidos vecinos.
A mitad de tarde el timbre suena. Varias veces. Achacosa, me yergo como bien puedo. Abro y allí no hay nadie. No obstante, en el felpudo, un trozo de deslustrado pastel. A su lado, una nota:
Felicidades, Esperanza, gracias por volver a nacer.
11 de abril de 2020.
Es un texto que se recoge entre todos los relatos enviados al Colegio Oficial de Psicólogos de La Rioja en los días comprendidos del 8 de abril al 9 de mayo del 2020. En la primera de las olas de la pandemia.
Todos ellos repletos de miedos, dolor, anhelos, también cargados de ilusiones y esperanza, sobre todo de esperanza.
No cabe duda que reflejan aspectos de nuestra humanidad adormecida por el neurótico ritmo de vida que nos empeñamos en crear. Tuvo que venir el Covid para ahondar, al menos un poco, en valores relegados en la sombra.
Esperemos que todo esto nos anime a seguir profundizando.
Un abrazo a esos imprescindibles que, pese a las enormes dificultades, siempre estuvieron y han estado ahí.
El fracaso vence a los perdedores,
e inspira a los ganadores
Robert T. Kiyosaki
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