Nicolás en ¿Y por qué no? |
De las treinta y ocho anécdotas recogidas en este nuevo libro, en este nuevo capítulo que da forma a esta historia que lleva por título "¿Y por qué no?"; hoy, tras reencontrarme con Nicolás el jueves de esta semana, quiero plasmar aquí cómo nos conocimos. Se trata de una de las curiosidades que dan forma a esta historia y que está recogida en esta nueva publicación.
Logroño.
Sucedió el treinta de diciembre del año dos mil trece. Fue el último día del año en que salí a promocionar la primera de mis novelas.
Después de tocar un nuevo timbre en un descansillo desconocido, me abre una mujer y, tras ella, me doy cuenta de que se encuentra un chaval de unos ocho a diez años. Pecoso, delgado, en pijama, inquieto y travieso a todas luces.
La madre escucha mi relato. Sí que leen, me hace saber. Al percatarse de que yo era el escritor de la novela que le muestro, su interés se acrecienta. Pasa un rato y noto abrirse tras de mí, la puerta del ascensor. De él sale un hombre y se dirige a la puerta que ha abierto la mujer anteriormente. Se trata de su marido y se interesa también por mi historia.
De pronto, tras la llegada del hombre, el pequeño comienza a dar saltos realizando aspavientos con sus brazos. Confuso, compruebo que se acerca y se dirige hacia mí. No adivino las pretensiones de aquel proceder, hasta que la mujer dice:
- ¿Qué haces Nicolás? ¿Quieres darle un beso?
Nicolás no responde; en vez de ello prosigue, con decisión, aproximándose a mí. Me sonríe, me mira y, tras un primer impulso de incertidumbre, acerco mi mejilla y noto los labios y la tierna y caliente saliva del pequeño en mi rostro. Nicolás me rodea con sus brazos. No puedo reprimir una sonrisa.
Tras todo ello, la pareja adquiere un ejemplar dedicado a su hijo.
- A ver si encuentro a gente como vosotros, que sabéis valorar el esfuerzo -digo a modo de despedida.
-Sí, nosotros sí que sabemos valorar el esfuerzo...
Aquella última frase me indica que el chaval debe tener alguna clase de problema que arrastra desde la niñez.
A pesar de todo me quedo con el abrazo y el beso de Nicolás. Quizá con ello, el pequeño me quiere agradecer toda la trayectoria realizada en estos dos años de promoción. Quizá lo haga para darme fuerzas y ánimo para que prosiga con mis propósitos.
-¡Adelante! -me dice con determinación pero sin hablar.
Un abrazo y un beso que, sin duda, vinieron de un impulso natural, y denota, lo sé, el más intenso significado de la naturaleza humana.
Al descender por las escaleras, no puedo evitar emocionarme. En un rellano de un edificio cualquiera de la ciudad, me descubro tocado pero satisfecho. Respiro hondo un par de veces con el fin de calmarme. Transcurren un par de minutos en el rellano de una escalera silenciosa y desconocida, para deslizarme hasta una nueva y extraña puerta. Toco otro timbre...
El gesto de Nicolás se acomoda entre los miles de tesoros que guardo, quizás en el corazón, y que me han ido ofreciendo los grandes protagonistas de esta historia.
A día de hoy continúo, quizás con mayor firmeza, con la búsqueda de más y más vituallas similares a éstas.
Resulta todo, a veces tan gratificante...
Una vez transcurridos dos años de esta anécdota, la casualidad quiso que nos encontráramos a raíz de mi quinta obra, esto es,
"La Rioja y sus pueblos entre cuentos. Vol. 1"
¡Gracias Nicolás!
¡Adelante!
Muchas veces oigo las siguientes palabras:
-¿Qué duro no? esto de promocionar tus libros puerta a puerta...
Pues sí, claro que es duro pero supongo que es fácil entender que todos los "noes" acumulados se esfuman cuando vives experiencias como éstas.
"A nadie le faltan fuerzas,
lo que a muchísimos les falta es voluntad"
Víctor Hugo
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