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Anécdotas del puerta a puerta (2)

Más de una persona me ha dicho ya que escriba un libro dedicado exclusivamente a las experiencias que recibo día a día de este continuo caminar puerta por puerta.
Sinceramente creo que sí que hay material suficiente como para escribir, no sólo un libro, sino varios volúmenes.
Cada día, si realmente nos lo proponemos y nos fijamos, podemos aprender y mucho del comportamiento, a veces un tanto insulso, paranoico, enfermo y desquiciante, por no decir otras palabras, que nos definen no ya solo como sociedad, sino también como especie.

Por el momento no tengo intención de lanzarme con la tarea, puesto que quiero comprometerme con otro proyecto literario ( el cuarto ya) que tenía, desde ya hace tiempo, en mente.
El caso es que en el día, haciendo unos cálculos rápidos y poco precisos, puedo tocar unos doscientos o trescientos timbres ( a veces pienso, medio en broma, que estoy hecho un auténtico "tocabotones").

Por ahora, prefiero seguir de este modo y algunas entradas de este blog estarán dedicadas a contar experiencias del día a día, en las diferentes ciudades y localidades por las que he decidido pasar. Ahí van algunas:

Bilbao.
Esto me sucedió en el día de ayer.
      -Ring.
 Una puerta de cualquier planta de algún edificio que se encontraba cerca de donde pude aparcar se abre.
      - Hola, buenas tardes, soy Sergio, un escr..
      - Ya tengo el libro- una señora interrumpe mi discurso.
Me quedo sorprendido. Yo por aquí no había pasado antes, vamos, estoy más que seguro. Escudriño su rostro. No caigo. Lo intento. Me es imposible, lo reconozco soy un desastre para las caras.
      - Y usted, ¿Me conoce a mí? ¿Se lo vendí yo?
      - Sí, me acuerdo de tí perfectamente. Fue hace unos meses en Anguciana puesto que tengo una casa allí.
      Recuerdo haber tocado ese pueblo cercano Haro.
     - Además, tengo también el segundo- me dice.

Lo cierto es que cada vez creo más en eso de que el mundo es un pañuelo.


Miranda de Ebro.

Tras tocar el timbre, una puerta se abre. Tras ella aparece una chica.
      - No, no me interesa, gracias.
      - Veo que hay poca gente en el edificio (se trataba de un bloque nuevo) ¿Sabes si vive gente ahí?- le pregunto mientras señalo la única puerta que me quedaba de la planta.
      - Sí, pero yo que tú no llamaría, no te van a comprar, son "rumanos".- me dice torciendo el gesto.
Fiel a mi dinámica más que a los consejos ajenos, tras el cerrar de su puerta, toco el timbre de los supuestos "no compradores rumanos".
Aparece un tipo fuerte de piel morena, de unos treinta y ocho años.
Le explico lo que a todo el mundo y tras una breve charla me comenta que es camionero y que no le vendría mal leer en sus ratos libres, ya que le pareció  un libro no muy extenso.
El trato fue bueno, siendo honestos, mucho mejor que el de algunos "españoles".
Con esto quiero decir que una vez más, los prejuicios están al poder, incluso tratándose de nuestros vecinos de la puerta de al lado.

Vizcaya.

     Hay veces que son las horas, otras la zona de donde estoy tocando timbres. El caso es que me desespera el hecho de pulsar botones y tras esperar unos segundos, no recibir contestación de ninguna clase. Esto es normal si no hay nadie en casa, pero realmente, cuando pasas mucho rato de esta guisa, me resulta un tanto aburrido.
El caso es que en una de esas me encontraba. Andaba pensando. Prefiero que me digan que no, antes que esperar a una puerta que nunca se abra.
    -Ring- otra vez. Espero.
En esto, la puerta que tengo enfrente se abre de forma inusual. Con celeridad y de par en par. Tras ella un tipo de unos cuarenta años desgreñado. Parece cabal, en un primer momento.
    -Hola, Buenos...- La puerta, tras abrirse, presentarme a ese tipo que me escudriña de arriba abajo, y que no me da opción de decir tan siquiera un "Buenos días", vuelve a cerrarse tan rápido cómo se abrió.
Reconozco que me dejó bien sorprendido y me rompió los esquemas. Seguí con la tarea cada vez más convencido de que de todo tiene que haber.

Logroño.

Una señora, tras escuchar larga y pacientemente mi relato, me comenta que dada su situación no me va a coger ningún ejemplar. Algo del todo comprensible tal y cómo está la situación en la actualidad. Pero que sí que va a hablar de mí en una asociación de lectura, que va a poner carteles, que se queda con el título del libro... vamos, que va a hacer todo lo posible por ayudarme.

Sigo con mi tarea descendiendo a plantas inferiores del edificio.

   -Oye, chico- oigo desde lejos. Del piso de arriba. Alguien, intuyo, me llama.
   -¿Sí?- pregunto mientras me voy acercando.
   - Mira, sé que no es suficiente para el libro, pero quiero que no te lo tomes a mal- La señora me ofrece lo que vienen a ser unos cuatro euros- no quiero el libro, pero sí que me aceptes el dinero simplemente para que sigas hacia adelante y perdures con tu promoción.
   - No, no se confunda, señora- Le digo sonriendo- mi propósito es promocionar los libros, no pedir limosna...
   - Quiero que lo aceptes para ayudarte...- insistía.
Al fin, no acepté su dinero puesto que la convencí de que era más que suficiente el hecho de hablar de mi en la asociación de lectura. Aunque agradezco las buenas intenciones de una mujer con evidentes problemas económicos.

Vizcaya

Una señora, con prisa, sin tiempo para leer, me abrió en esta ocasión la puerta. Pude explicarle mis intenciones y tras varios minutos me explicó que valoraba mi iniciativa. Ella también, me dijo que era modista, quería ponerse a crear modelos o diseños propios y ponerse a distribuirlos puerta por puerta. El caso es que tenía hijos y se sentía mayor.
La noté emocionada. Es más comenzó a sollozar.
   -No. No me malinterpretes...- me dijo- es que te veo ahí, y luego me acuerdo de estos chavales que están ahí en el parque- hizo un gesto con el brazo, señalando afuera del edificio- que pasan las horas del día, sin motivaciones...
   Estuvimos largo rato hablando sobre cómo está la situación actual. Tras la charla le di un par de besos, puesto que fue una señora que me llenó, adquirió el libro y espero sinceramente que lo disfrute y sepa leerlo entre líneas. Me acuerdo que se llamaba Isabel. Desde aquí te envío un saludo.











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