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Anécdotas del puerta a puerta (12)

Es a día de hoy cuando me doy cuenta de que el ir llamando a las puertas con la finalidad de buscar lectores, no supone ya el sacrificio que se originaba al principio, en los meses del año 2011.
Conforme van pasando los días, el número de lectores aumenta; ya son 3589 libros distribuidos. También lo hacen los mensajes de ánimo, las personas que me conocen, no solamente de los medios de comunicación, sino también de oídas o porque un día adquirió un ejemplar un conocido que me abrió su puerta en otro barrio de la ciudad.
Estas personas me muestran sonrisas. Entablamos, muchas veces entrañables conversaciones, sobre cómo están las cosas, cómo se ha ido todo al traste, cada vez estamos peor... hay incluso personas que me invitan a recorrer los espacios de sus casas en las cuales atesoran libros en anaqueles, normalmente modestos y, algunas veces me muestro sorprendido por las grandes reliquias que se encuentran entre ellos. Esas actitudes me demuestran que no todo está perdido. Este contacto entre personas sigue estando vivo y yo me veo algunas veces sonriendo, tras despedirme y bajar las escaleras hacia las puertas de los pisos inferiores.

Una vez leí que "si se hace algo un número suficiente de veces, el trabajo resulta incluso agradable"

Vitoria

Esta semana. Tras tocar el timbre me abre Teresa. Una mujer que se muestra desconfiada. Pero esa desconfianza entraña algo que no suele ser muy común. La puerta está entreabierta y su actitud es, intuyo, más cauta  de lo normal.
Tras convencerle de que mi propósito es simplemente el de promocionar mis novelas, su interés crece pero siempre de manera comedida. Teresa es lectora. Me lo demuestra su atención.
Al fin, tras un rato, decide adquirir un ejemplar de "Soy un gusano".

- Es tan difícil que te abran hoy las puertas...- me dice condescendiente.

Ante esa frase, le comento que al final de las presentaciones que he realizado, muestro una viñeta de Mafalda que me hizo gracia y quise ponerla en el blog con el fin de ayudarme con la promoción. Es la siguiente:

Con esto no quiero decir que la gente se vaya a encontrar a la felicidad cuando yo llamo a las puertas... más bien quiero reivindicar qué no nos encerremos, qué no nos tengamos miedo a hablarnos. Qué no lleguemos a esos extremos tan limitados. Aunque se magnifiquen estas noticias, no todo el mundo va con una pistola a llamar a los timbres de las casas. Los hay, incluso algunos que simplemente buscan lectores con la intención de hacerles sabedores de los títulos de sus novelas.

Teresa me comentó que hace un año, la habían atracado en su portal. Sí, a tan solo unos cuantos metros hacia abajo del lugar en el que nos encontrábamos en esos momentos. Sí, le habían quitado dinero y alguna joya. Me contó que, incluso tuvo que permanecer unos días ingresada en el hospital debido a los golpes recibidos.

Fue ahí cuando mi expresión cambió completamente y me quedé atónito.

- Es decir- le dije queriendo entender la situación- después de haber sufrido un atraco, abres la puerta, escuchas a un tipo desconocido que se presenta con un libro en la mano y no sólo eso sino que incluso adquieres un ejemplar.
Yo no cabía en mí. Se me erizaba hasta la piel. Recuerdo que a lo largo de la charla sonó su teléfono y, tras indicarme que esperara, se introdujo en su vivienda con el objeto de atender la llamada, ¡sin siquiera cerrar la puerta!

- A las personas se les ve venir, y tú no tienes pinta de hacer nada malo- me dijo.
- Ánimo, y supera aquello- le dije.
- Si no se ha vivido, es fácil decirlo- concluyó.

Teresa tiene razón. Admiro a Teresa. Aquel día, recuerdo, le di un par de besos. Desde aquí quiero enviarte un fuerte abrazo de ánimo y deseo que sigas levantándote pese a las adversidades.
Sin duda, esa actitud, debería ser un modelo a seguir.


Logroño

Sucedió el 30 de diciembre de 2013. El último día del año que salí a promocionar mis novelas.
Me abre una señora y tras ella se encuentra un chaval de unos ocho a diez años. Pecoso, delgado, en pijama, inquieto y travieso a todas luces.
La madre escucha mi relato. Sí que leen, me hace saber. Al percatarse de que yo era el escritor de la novela que le muestro, su interés se acrecienta. Pasa un rato y se abre tras de mí, la puerta del ascensor. Sale un hombre y se dirige a la puerta que me ha abierto la mujer anteriormente. Se trata de su marido y se interesa también por mi proceder.
De pronto, tras la llegada del hombre, el pequeño comienza a dar saltos realizando aspavientos con sus brazos. Confuso, compruebo que se acerca y se dirige hacia mí. No adivino las pretensiones de aquel proceder hasta que la mujer dice:

- ¿Qué haces Nicolás? ¿Quieres darle un beso?

Nicolás no responde; en vez de ello sigue, con decisión, aproximándose a mí. Me sonríe, me mira y, tras un primer impulso de incertidumbre, acerco mi mejilla y noto los labios y la tierna y caliente saliva del pequeño en mi rostro. Nicolás me rodea con sus brazos. No puedo reprimir una sonrisa.
Tras todo ello, la pareja adquiere un ejemplar dedicado a su hijo.

- A ver si encuentro a gente como vosotros, que sabéis valorar el esfuerzo- digo a modo de despedida.
- Sí, nosotros sí que sabemos valorar el esfuerzo...

Aquella última frase me indica que el chaval debe tener alguna clase de problema que arrastra desde la niñez.
Sin embargo, me quedo con el abrazo y el beso del joven Nicolás. Quizá con ello, Nicolás me quiera agradecer toda la trayectoria realizada en estos dos años de promoción. Quizá lo haga para darme fuerzas y siga con mis propósitos. -¡Adelante!- me dice con fuerza pero sin hablar.

Un abrazo y un beso que, sin duda, vinieron de un impulso natural, y denota, lo sé, el más intenso significado de la naturaleza humana.

Bajando las  escaleras, no puedo evitar emocionarme. Respiro hondo un par de veces con el fin de calmarme. Trascurren un par de minutos en el rellano de una escalera silenciosa y desconocida y me deslizo hasta una extraña puerta. Toco otro timbre...

El gesto de Nicolás se acomoda entre los miles de tesoros que guardo, quizás en el corazón, como protagonistas de esta historia.

A día de hoy prosigo, quizás con mayor firmeza, con la búsqueda de más y más vituallas similares a estas.


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