A modo de apunte:
"Divina ha sido la primera persona de la ciudad de Logroño que ha adquirido mi cuarta y última novela "agua", tras tocar su puerta"
Y ya metidos de lleno en esta entrada os voy a contar dos historias que para mí tienen verdadera relevancia en esta promoción de llamar a las puertas. Las dos ocurrieron en la ciudad de Logroño:
1. Me acuerdo que, en aquella ocasión, me costaba entrar en el edificio. La barrera del portal aún no se había abierto, pero mi dedo seguía pulsando botones y mis oídos no hacían más que escuchar una negativa tras otra. De pronto, estos escucharon el tintineo de unas llaves y, al volver la cabeza comprobé que un chico adolescente, se disponía a entrar en el portal.
Abrió.
Entramos los dos y, tras unos saludos formales, nos dirigimos al ascensor. Con la única intención de no perder el tiempo mirando a las esquinas del pequeño habitáculo, y por supuesto evadiendo a todas luces cualquier conversación sobre la meteorología, me presenté como un escritor que iba promocionando sus libros y le pregunté si leían en casa.
El chico me dijo que sí. Que libros tenían. Sobre todo su madre. Fue entonces cuando le ofrecí una de mis tarjetas. Subimos al último piso. Él se metió en su casa y yo me dispuse a tocar la puerta del vecino.
Al de un rato. La puerta a la cual llamé, no se abría, pero sí lo hizo la del chico. Una mujer, su madre, apareció tras ella.
- Tú eres Sergio..., ¿el que escribió "Soy un gusano"?- me preguntó.
Afirmé.
- No sabes las ganas que tenía de conocerte- continuó con alegría- en su día, mi marido te cogió tu primera novela y yo me la devoré en un viaje a Barcelona- creo recordar que dijo.
A Ana le comenté que ahora me promocionaba con mi última obra; "agua", y que me disponía a conocer a más lectores de la ciudad.
Ella no dudó en adquirirla.
- Qué valiente por tu parte, esto de ir tocando puertas. Y qué duro ¿no?...
Recuerdo que la charla me resultó agradable a todas luces. Sentí que alguien valoraba mi esfuerzo; además que había leído mi primera obra, le había gustado tanto que incluso se acordaba de mi nombre impreso en la portada "S.H. López-Pastor " y, con todo, quería leer, sin dudar, la última de mis obras.
En su discurso me habló también que, en su día, comentó la experiencia con "Soy un gusano" y que algunos vecinos del edificio, también lo adquirieron por el mismo método.
Tras la conversación con Ana, todos los "noes" de la mañana, cayeron de súbito, al suelo.
2. Siempre que me abre un invidente o una persona que posee alguna deficiencia visual y me escucha, me pregunto por qué lo hacen. Para ellos, ofrecer una negativa a un tipo que se presenta con un libro debajo del brazo en la puerta de su casa, sería lo más fácil y lo más comprensible del mundo.
No obstante, son personas, creo yo, que poseen una, llamémosle "inteligencia emocional", "empatía" o un "saberse poner en la piel del otro", completamente más desarrollada que el resto de los comunes.
Cuando esto me ocurre, hasta noto, literalmente, erizarse los pelos que pueblan mi piel. Resulta tan fascinante...
Luisa, después de abrirme la puerta, me comentó que sí que leía pero lo hacía con un programa llamado "Gladiator", por voz. Allí descargaba libros en su "Mp4" y un narrador los leía. Unas veces era un hombre el que hablaba y en otras ocasiones escuchaba la voz de una mujer.
- Hace tiempo viniste por aquí, ¿verdad?- me dijo con el libro "agua" entre sus manos.
- Sería hace ya un par de años- le confirmé, con la primera de mis novelas- ahora vuelvo con "agua".
- En aquella ocasión- prosiguió Luisa- me quedé, tras haberte dicho que no, con ganas de haberte cogido el libro y hoy no voy a hacer lo mismo. Ya lo leerán por aquí- me dijo.
En una de éstas, la mujer entró en el piso y tras un rato, apareció con su "Mp4", pulsó algunos botones y me ofreció los auriculares para que escuchara el modo que tenía ella de leer libros. Esta vez la voz era la de un "lector-narrador", se oía clara y se entendía a la perfección. Lo cierto es que me pareció una alternativa a la lectura bastante lograda.
Luisa seguirá leyendo. Así como lo harán otras personas invidentes. Y eso, a mi parecer, resulta fantástico.
Me comentó que le gustaría leer mis libros con sus auriculares.
- ¡Uy!, en ese programa estarán los grandes y asentados. Para los que no somos nadie, seguramente no hay cabida- le dije entre risas.
Tras despedirme con un par de besos, bajé las escaleras, sacudiendo los anteriores "noes" acumulados.
Aquí quiero agradecer, de manera especial, el apoyo a Divina, Ana y Luisa por formar parte de esta historia.
Un fuerte abrazo.
No obstante, son personas, creo yo, que poseen una, llamémosle "inteligencia emocional", "empatía" o un "saberse poner en la piel del otro", completamente más desarrollada que el resto de los comunes.
Cuando esto me ocurre, hasta noto, literalmente, erizarse los pelos que pueblan mi piel. Resulta tan fascinante...
Luisa, después de abrirme la puerta, me comentó que sí que leía pero lo hacía con un programa llamado "Gladiator", por voz. Allí descargaba libros en su "Mp4" y un narrador los leía. Unas veces era un hombre el que hablaba y en otras ocasiones escuchaba la voz de una mujer.
- Hace tiempo viniste por aquí, ¿verdad?- me dijo con el libro "agua" entre sus manos.
- Sería hace ya un par de años- le confirmé, con la primera de mis novelas- ahora vuelvo con "agua".
- En aquella ocasión- prosiguió Luisa- me quedé, tras haberte dicho que no, con ganas de haberte cogido el libro y hoy no voy a hacer lo mismo. Ya lo leerán por aquí- me dijo.
En una de éstas, la mujer entró en el piso y tras un rato, apareció con su "Mp4", pulsó algunos botones y me ofreció los auriculares para que escuchara el modo que tenía ella de leer libros. Esta vez la voz era la de un "lector-narrador", se oía clara y se entendía a la perfección. Lo cierto es que me pareció una alternativa a la lectura bastante lograda.
Luisa seguirá leyendo. Así como lo harán otras personas invidentes. Y eso, a mi parecer, resulta fantástico.
Me comentó que le gustaría leer mis libros con sus auriculares.
- ¡Uy!, en ese programa estarán los grandes y asentados. Para los que no somos nadie, seguramente no hay cabida- le dije entre risas.
Tras despedirme con un par de besos, bajé las escaleras, sacudiendo los anteriores "noes" acumulados.
Aquí quiero agradecer, de manera especial, el apoyo a Divina, Ana y Luisa por formar parte de esta historia.
Un fuerte abrazo.
"Lo importante no es alcanzar los objetivos, sino la calidad de vida que se adquiere en conseguirlos"
A. Robbins
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