- Logroño.
Lo que me ocurrió hace ya un par de semanas en la ciudad de Logroño, para mí no tiene desperdicio. Resulta que, tras tocar el timbre de una puerta desconocida, aparece un hombre de mediana edad. Me presento ante él como escritor que promociona sus obras por diferentes ciudades, en busca de lectores.
Salvador se expresa, tras escucharme atentamente, con las siguientes palabras:
- No he leído un libro desde hace veinte años, pero éste, ten por seguro que me lo voy a leer- me dice con "agua" entre sus manos.
En ese momento, debido al poder que otorgo a esas palabras, descubro cómo los "noes" acumulados en la mañana cayeron repentinamente a mis pies, sobre ese frío pavimento.
- Logroño.
Un día, también en Logroño (tengo que decir que esto no me ocurrió tras tocar una puerta), iba andando por la calle, distraído quizá con mis frecuentes elucubraciones, cuando observo que, al cruzarme con una chica, ésta me mira de manera poco común.
Luego de ello, se acerca y me dice:
- Me estoy leyendo tu libro.
Me vino a la cabeza, entonces, una vez que me sucedió algo similar en Miranda de Ebro, y, curioso, quiero saber más.
- ¿Qué libro es?- le pregunto.
- "agua"- me contesta- viniste a mi casa hará un mes.
Rosana me comenta que hablando con vecinos del barrio, algunos también conocían mi historia y adquirieron un ejemplar de mis novelas, tras haber llamado, en su día, a sus puertas y presentarme.
- Me está gustando- prosigue Rosana.
Tras la inesperada charla, nos despedimos ofreciendo por mi parte mis gratitudes y ella animándome en mi tarea de búsqueda de lectores-protagonistas de esta historia.
Así fue como, esta vez sin llamar a una puerta, Rosana consiguió que los "noes" insistentes, se esfumaran contumazmente.
Me gustó su detalle. Para mí resulta un honor que alguien me reconozca y me pare en la calle animándome a que continúe con mi labor.
Gracias Rosana.
- Vitoria.
Hay veces que, naturalmente, las cosas te van peor que en otras ocasiones. Sobre todo ocurre cuando nadie se encuentra tras las llamadas, cuando éstas se ignoran de la forma más patente y no existe nadie con quién charlar sobre tu última novela.
No obstante, existe siempre una obstinación intensa en este proceder que me obliga a seguir buscando una y otra vez, una vez y otra.
Todas las ocasiones con la idea:
"Nunca sabes quién te va a abrir la siguiente puerta"
Así pues, transcurrían los minutos hasta que, en una de éstas, apareció Garikoitz.
Él me hizo caso. Pero no sólo eso. Escuchó de manera atenta mi relato y decidió adquirir un ejemplar de mi última novela "agua". Entonces, después de una buena conversación, nos despedimos.
Él, recuerdo, residía en un edificio de unas seis alturas. Descendí las escaleras confiado en encontrar a algún lector más en las plantas inferiores del edificio - creédme si os digo que a veces sucede- pero no fue éste el caso.
Salí, entonces, del edificio y llamé hasta que me abrieron la puerta del siguiente portal.
Esperando al ascensor estaba, cuando Garikoitz, para mi sorpresa, me abordó de nuevo:
- Sergio- dijo boqueando y tratando de coger aire- creí que no te iba a encontrar- continuó- quiero que me dediques otro ejemplar para mi cuñada que se lo voy a regalar.
Yo no cabía en mí. Cuando estas cosas ocurren, entiendo que a pesar de las negativas, también hay gente que valora el esfuerzo de personas que quieren abrirse camino.
Únicamente me resta decir que es un inmenso placer experimentar este tipo de situaciones.
Gracias Salvador. Gracias Rosana y Gracias Garikoitz por ofrecer más base a esta historia que no ha hecho más que comenzar y a la que os quiero añadir.
Agradezco vuestro apoyo y os envío un fuerte abrazo.
Lo que me ocurrió hace ya un par de semanas en la ciudad de Logroño, para mí no tiene desperdicio. Resulta que, tras tocar el timbre de una puerta desconocida, aparece un hombre de mediana edad. Me presento ante él como escritor que promociona sus obras por diferentes ciudades, en busca de lectores.
Salvador se expresa, tras escucharme atentamente, con las siguientes palabras:
- No he leído un libro desde hace veinte años, pero éste, ten por seguro que me lo voy a leer- me dice con "agua" entre sus manos.
En ese momento, debido al poder que otorgo a esas palabras, descubro cómo los "noes" acumulados en la mañana cayeron repentinamente a mis pies, sobre ese frío pavimento.
- Logroño.
Un día, también en Logroño (tengo que decir que esto no me ocurrió tras tocar una puerta), iba andando por la calle, distraído quizá con mis frecuentes elucubraciones, cuando observo que, al cruzarme con una chica, ésta me mira de manera poco común.
Luego de ello, se acerca y me dice:
- Me estoy leyendo tu libro.
Me vino a la cabeza, entonces, una vez que me sucedió algo similar en Miranda de Ebro, y, curioso, quiero saber más.
- ¿Qué libro es?- le pregunto.
- "agua"- me contesta- viniste a mi casa hará un mes.
Rosana me comenta que hablando con vecinos del barrio, algunos también conocían mi historia y adquirieron un ejemplar de mis novelas, tras haber llamado, en su día, a sus puertas y presentarme.
- Me está gustando- prosigue Rosana.
Tras la inesperada charla, nos despedimos ofreciendo por mi parte mis gratitudes y ella animándome en mi tarea de búsqueda de lectores-protagonistas de esta historia.
Así fue como, esta vez sin llamar a una puerta, Rosana consiguió que los "noes" insistentes, se esfumaran contumazmente.
Me gustó su detalle. Para mí resulta un honor que alguien me reconozca y me pare en la calle animándome a que continúe con mi labor.
Gracias Rosana.
- Vitoria.
Hay veces que, naturalmente, las cosas te van peor que en otras ocasiones. Sobre todo ocurre cuando nadie se encuentra tras las llamadas, cuando éstas se ignoran de la forma más patente y no existe nadie con quién charlar sobre tu última novela.
No obstante, existe siempre una obstinación intensa en este proceder que me obliga a seguir buscando una y otra vez, una vez y otra.
Todas las ocasiones con la idea:
"Nunca sabes quién te va a abrir la siguiente puerta"
Así pues, transcurrían los minutos hasta que, en una de éstas, apareció Garikoitz.
Él me hizo caso. Pero no sólo eso. Escuchó de manera atenta mi relato y decidió adquirir un ejemplar de mi última novela "agua". Entonces, después de una buena conversación, nos despedimos.
Él, recuerdo, residía en un edificio de unas seis alturas. Descendí las escaleras confiado en encontrar a algún lector más en las plantas inferiores del edificio - creédme si os digo que a veces sucede- pero no fue éste el caso.
Salí, entonces, del edificio y llamé hasta que me abrieron la puerta del siguiente portal.
Esperando al ascensor estaba, cuando Garikoitz, para mi sorpresa, me abordó de nuevo:
- Sergio- dijo boqueando y tratando de coger aire- creí que no te iba a encontrar- continuó- quiero que me dediques otro ejemplar para mi cuñada que se lo voy a regalar.
Yo no cabía en mí. Cuando estas cosas ocurren, entiendo que a pesar de las negativas, también hay gente que valora el esfuerzo de personas que quieren abrirse camino.
Únicamente me resta decir que es un inmenso placer experimentar este tipo de situaciones.
Gracias Salvador. Gracias Rosana y Gracias Garikoitz por ofrecer más base a esta historia que no ha hecho más que comenzar y a la que os quiero añadir.
Agradezco vuestro apoyo y os envío un fuerte abrazo.
"No hay un final. No existe un principio. Solamente existe una infinita pasión por la vida"
F. Fellini.
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