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Buenas lecturas, salud y abrazos en 2021

 


Debido a la pandemia, estos meses no me ha sido posible contaros mis curiosidades del puerta a puerta tal y como vengo haciendo desde hace nueve años. Es por ello que, para acabarlo bien y desearos unas felices fiestas, os dedico a vosotros, lectores protagonistas, este relato para que disfrutéis de #unaNavidaddiferente. 



Navidad emborronada

—Positivo —soltó la doctora blandiendo un semblante alicaído—. Lo lamento. Es el segundo. Deberá mantener la cuarentena.

El hombre inspiró profundo, irguió la cabeza y bajó sus párpados en un intento de poder canalizar aquella mala información.

—Pero…, no es posible. ¿Ha mirado bien? —La facultativa asintió pesarosa—. ¿Está segura? Hoy es 21… No puedo permitirme. Los niños…

—Olvídese de niños. No se acerque al colegio, a la biblioteca, al parque de atracciones o al lugar donde trabaje. Mantenga las distancias. Aíslese. Siga usando la mascarilla y, si nota síntomas, no dude en avisarnos.

Apesadumbrado, aquel barbudo comenzó a deambular por las calles de Rovaniemi. Había dejado de nevar y los transeúntes caminaban por las blancuzcas aceras. Era de todos sabido que había sido un año complicado y la última noticia recibida complicaba mucho más las cosas. A él no. No podía ocurrirle esto a él. Todo se iría al traste. Acaso sí…, pero no. No. La doctora había hablado y tenía razón. ¿Era cierto eso, que lo más lógico sería mantener la cuarentena? Eso supondría olvidarse del 2020. Algo insólito. Bienvenido 2021. Año nuevo, vida nueva.

Se cruzó con una mujer que llevaba su mano enguantada entrelazada con la de su pequeña. La niña de rubios cabellos giró su cabeza al pasar y le miró directamente a los ojos. Estaba abstraída por esa argéntea barba que llamaba ciertamente la atención. Él advirtió sus ojos, sonrió con teatralidad y regaló uno de sus guiños. Se sorprendió al entender que, en vez de sonreír, la niña comenzó a prodigar enérgicos lloriqueos. De resultas de todos ellos, la madre no tardó en fulminarle con su mirada y aceleró el paso. Ambas se perdieron al doblar la siguiente esquina.

Una vez en el hogar el hombre encendió la chimenea, se tomó la temperatura y, provisto de una taza de leche humeante, se fundió en su butacón. El silencio era roto por el crepitar de la lumbre. Esperó minutos y seguidamente alcanzó la primera de las cartas del montón:

Querido Papá Noel —leyó—, este año, como ha sido tan raro, no he tenido más remedio que portarme bien. Quiero que el día de Navidad me regales la consola, bla, bla, bla...

El hombre lanzó la misiva al suelo y eligió otra.

Querido Papá Noel, quiero para este año una tablet, bla, bla, bla…

Los demás escritos, provenientes de muchos de los lugares del mundo, solicitaban imperativamente marcas novedosas de móviles, caros juguetes tecnológicos, videojuegos y diversidad de pantallas táctiles. Hastiado de leer aquellos requerimientos, el hombre arrojaba los mensajes desperdigándolos por el suelo formando así una grotesca montaña en su salón. La siguiente carta provenía de España, Teruel. Era un sobre distinto. Sobrio. Lo firmaba Belén, una niña de ocho años. Le enterneció la cuidada caligrafía y supo que Belén no solicitaba caros presentes, ni ropas que encajasen con las últimas tendencias, ni pretenciosas tecnologías. En vez de ello, el barbudo tuvo que leer varias veces aquellas líneas y no pudo contener unas lágrimas que pugnaban por cada palabra que susurraban sus labios.

Querido Papá Noel, debes saber que todos los años intento portarme bien, aunque en este he puesto todos mis empeños en hacerlo lo mejor posible. Y lo he hecho así porque el regalo de estas navidades quiero que sea especial. Quiero. Deseo que mi abuelito se ponga bueno, que deje el hospital y nos podamos abrazar una vez más. Te pido la vacuna. Te la pido para todo el mundo. Te la pido para achucharlo y poder escuchar de sus labios las historias que tiene por costumbre leerme cada Navidad.

La última palabra se encontraba emborronada y el índice acarició aquella alejada gotita que sirvió de rúbrica.

Aquella noche, acodado en el alfeizar de su ventana en Santa Claus Village, Papá Noel contemplaba el cielo nocturno. Era una noche estrellada y pronto descubrió entre las demás a la estrella. Tan conocida y relevante. No solo indicaba el camino, también la posición de dos planetas: Júpiter y Saturno. Se fijó luego en la constelación de Orión. Pocos, muy pocos conocían el significado de esos tres luceros, los que formaban el cinturón. Esas, esas mismas estrellas representaban a los tres Reyes Magos de Oriente.

—Buenas noches, amigos —declamó con tristeza—. Debéis saber que esta será #unaNavidaddiferente. Según parece, tendréis que prescindir de mí.

 No fue la luz del sol sino una fragancia olvidada, conocida, pero distanciada en el tiempo la que le despertó aquella mañana. El barbudo se incorporó en su jergón y observó un movimiento extraño y sinuoso sobre la cómoda. Entrecerró curioso sus párpados… ¿Qué era aquello? <<¡Una barra de incienso?>> Inquirió. Humeante. Soltaba volutas de un humo dorado que se iba acumulando bajo la viguería. Y ese olor…, ese olor. Mirra. Pensó en los tres astros. ¡Claro! Habían estado allí. Esa misma noche. Días antes de Navidad. Sonrió como un rapaz al atender la misiva que descansaba junto a su regalo humeante.


Querido compañero de sueños mágicos. Iba a ser el REGALO, sí. Así, con mayúsculas. Para la noche de Reyes. No obstante, al saber de tu desafortunada desventura entendimos que tendría que seguir habiendo Navidad. Únicamente inspira de los humos dorados y la infección desaparecerá al instante. 

P.D. Esta vacuna abundará en los primeros días del 2021. El patógeno no debe detenernos.

¡Feliz Navidad!


Sin dejar de reír, no tardó un instante en inspirar de aquellos humos. Al hacerlo, notó prontamente sus efectos y se desbordó en carcajadas. Rápidamente descendió las escaleras, rebuscó entre las cartas y eligió una entre todas. Introdujo una porción del REGALO que había recibido, un grueso libro de cuentos y acondicionó su trineo. Acto continuo, aquel hombre de blanca barba y vestido de rojo, comenzó a desplazarse por los aires.

—Rudolf —gritó batiendo las riendas—. ¡¡Ho-ho-ho…!! Rudolf, querido amigo. A España. Teruel. Apresúrate. Belén… Belén será la primera en recibir su REGALO de Navidad.


 

 

Que tengáis buenas lecturas, 

salud y abrazos. 

¡Felices Fiestas y Próspero año nuevo!




"Es tan poco lo necesario

y tanto lo prescindible..." 


6202700


Comentarios

  1. Un cuento lleno de esperanza que esperemos que pronto deje de serlo y se convierta en una realidad.
    Suerte en el concurso de Zenda, yo también participo con mi cuento:
    https://www.humoryalgomas.com/2020/12/zenda-cuento-de-navidad-2020.html

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  2. Cierto. Esperemos que sea así. Gracias por pasarte por aquí. Suerte con tu relato y felices fiestas!!!;)

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